Dejo un resumen de lo que finalmente adopté, con base en sus comentarios e información obtenida en la web.
1- Definí roles claros: Antes de delegar, identifiqué qué tareas son esenciales y quién en el equipo tenía las habilidades para asumirlas. Por ejemplo, a los buenos con números los dirigía a actividades como la contabilidad básica; a los creativos, llevar las redes sociales.
2- Confié, pero verifiqué: Empecé delegando tareas específicas y establecí revisiones periódicas para asegurarme de que todo marchara bien. Con el tiempo, gané confianza en el equipo.
3- Comuniqué expectativas: Me aseguré de que todos supieran qué esperaba de ellos: plazos, calidad del trabajo, etc. Una buena comunicación evita malentendidos y mantiene al equipo alineado.
4- Busqué personas complementarias: Un equipo eficiente no solo cumple tareas, sino que aporta fortalezas que uno quizás no tenga. Si eres visionaria/o, pero no tan detallista, busca a alguien organizado que equilibre eso.
5- Automaticé lo ‘posible’: Antes de delegar todo a personas, revisé si hay herramientas (como software de gestión o calendarios compartidos) que puedan ahorrar tiempo y esfuerzo. Implementé algunas herramientas muy básicas.
6- Capacitación y oportunidad de crecer: Si tu equipo siente que aprende contigo, se comprometerá más. Por ello dediqué tiempo a enseñarles al principio, y luego les di autonomía para que tomen decisiones dentro de su área.
Quizás, lo más importante es que inicié en “pequeño”. Delegué algunas tareas que no me quitaban mucho tiempo para revisar, y fui avanzando…